En un entorno tan competitivo, con una necesidad de resultados inmediatos, es habitual que para alcanzar determinadas metas, solicitemos el soporte de especialistas externos para desarrollar el crecimiento de nuestra organización.
Los recursos de la empresa, materiales o no, deben ser medidos para conocer en retorno que obtenemos en cada momento, de manera que podamos cuantificar los beneficios por las inversiones en I+D, en productos nuevos, en redes comerciales, en maquinaria, en implantación geográfica o deslocalización, etc.
Mientras a finales del siglo XX el objetivo principal de las empresas era crecer y crecer en términos de facturación (ventas), en los momentos actuales se habla del margen que aporta cada familia de producto a la organización. La tendencia de las empresas que destacan por encima de la media es conocer el período de retorno de cada inversión, denominado PROI. Este dato no sólo sirve para aprobar las inversiones anuales, sino que es un dato del que se realiza un seguimiento mensual para detectar posibles desviaciones y actuar en cada caso.
De esta manera tendremos siempre bajo control cualquier inversión realizada, ya sea de manera interna o mediante la contratación de un servicio especializado, garantizando su éxito.
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