Muchas son las ideas que a menudo se nos pasan por la cabeza para solucionar necesidades que detectamos y que pensamos que pueden ser un buen negocio.
Algunas de estas ideas finalmente son lanzadas y empujadas por un emprendedor que con una buena dosis de imaginación, atrevimiento, ilusión y coraje ven, de una u otra manera, la luz.
Pero esto es solo el principio, una idea debe plasmarse en papel, debe compartirse. Por el sólo hecho de estar convencidos del proyecto no asegura, ni mucho menos, su éxito ni sostenibilidad como negocio.
Es más, un porcentaje elevado de ideas no alcanzan el ciclo de madurez en un período de 2 o 3 años.
Durante el período inicial, clave para el lanzamiento del proyecto, debe establecerse una estrategia, para maximizar el éxito del proyecto.
Una de las primeras preguntas que debemos realizarnos es si debemos o no ir acompañados. Los beneficios que nos aportan los socios (capital, tecnología, acceso mercado, etc.) y las inquietudes que a su vez condicionan.
Saber encontrar a la persona, equipo o empresa que nos ayude en la etapa inicial de toda startup es clave en la rápida traducción del proyecto en negocio y por lo tanto en su crecimiento, desarrollo, generación de ingresos y de beneficios.
En esta etapa debemos ser generosos, es imposible valorar el precio de una idea a priori, pero de la misma forma no es fácil valorar las aportaciones profesionales de un mentor o consultor externo que apoye el proyecto y sea capaz de guiar al equipo en el equilibrio que en cada momento necesita.
Generosidad que inicialmente es complicado valorar y que se puede traducir en una serie de elementos no tan materiales (honorarios clásicos de una figura externa) que cubran las expectativas a las partes interesadas.
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