Son muchas las empresas, principalmente pymes, que a día de hoy han sobrevivido sin una estrategia clara, definida, elaborada en equipo y a su vez divulgada.
Muchos directivos todavía creen que la evolución, y en su defecto, el crecimiento o decrecimiento de una empresa viene principalmente por factores externos.
Profundizando un poco, me atrevería a decir que en épocas de crecimiento se otorgan la medalla los directivos-empresarios, mientras que en épocas como las actuales, con reducciones de facturación y de márgenes culpabilizamos al entorno, al mercado.
En realidad, y como no puede ser de otra manera, ambos factores inciden directamente en el resultado final, en la facturación, en los beneficios, en el lanzamiento de nuevos productos, en la creación de empleo, etc.
Si nos remitimos a los datos de los últimos años, las estadísticas nos demuestran que las empresas sin una estrategia claramente definida y desplegada y/o unos directivos poco comprometidos, son infinitamente más frágiles a cualquier variación del entorno, y si es en caso negativo, la mayoría de ocasiones acaban en su desaparición.
La estrategia debe ayudarnos a establecer el camino para saber cuándo y cuánto estamos por encima y por debajo, y, si se considera adecuado, actuar para corregir desviaciones y o acelerar los cambios.
A pesar de que el entorno varíe, nosotros debemos mantener nuestro rumbo, para, periódicamente revisarlo, corregir y adecuar los recursos a ello.
Suerte en la elección del rumbo, nada es fácil, y mucho menos en los tiempos actuales, aunque mas importante.
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